Por: Camilo Crespo.
El
video en directo se puede ver en el Canal
deYouTube de Libertad8 :
O directamente: https://www.youtube.com/watch?v=stxDgh2ZS6k
“Oremos”. Buenas tardes. Otra
tarde estupenda y especial. Hoy tenemos un nuevo Concierto MAL8. La gente está
nerviosa, expectante porque hoy van a estrenarse más de veinte canciones con la
misma temática. Antes se llamaban talleres. Y llevamos más de setenta en estos
doce años de micro abierto en Libertad 8. El tema de hoy es “Calles de Madrid”
y, a diferencia de cómo solemos hacer, esta vez el título no tiene que ser
igual para todas las canciones y poemas, sino que debe ser el nombre de una
calle, plaza, avenida, callejuela, callejón, pasaje, etc. de Madrid. Hay alguna
persona que si le ha puesto como título “Calles de Madrid” y, aunque no está
mal, no es lo que se buscaba. Pero en cualquier caso va a ser una tarde estupenda.
Andrés repasa como siempre las normas del micro y los detalles especiales del
mismo, como el sorteo y el uso de su guitarra. Pasa lista para controlar los
artistas que van a actuar. Pide más
respeto del habitual (que ya es mucho) para los artistas, pues todos
estrenan tema. Y comenzamos con el primer grupo de artistas.
Andrés Sudón comienza como siempre para eliminar los nervios y poder dedicarse normalmente a gestionar las actuaciones. Lo anuncia un coro de voces y nos cuenta que su tema va de la “Calle de la Victoria”, que fue la primera calle en la que vivió en Madrid, cuando tenia 23 años y vino al foro a comenzar su carrera de cantautor. Añade que es la primera y última vez que cantará esta canción. Recuerda que su próximo concierto es el día 10, en el corral Cervantes. Y precisamente cuenta o canta a los inicios de su carrera de cantautor y su encuentro con la “industria”.
Nunca se sabe dónde empieza una
historia. Esta no es de gloria ni de grandes empresas. Se expresa en un
lenguaje de miedos y mitos, de pitos y flautas, de tetas y culos, de riñas y
chanzas. Aún no ha comenzado a contarla. Aún no he terminado de empezarla. Mil
novecientos noventa y cinco. Hola juventud, por el culo te la hinco. Ya era un
cantautor recién jodido cuando amanecí en el año dos mil. Cuando me robaron mi
ilusión y mi dinero, yo me fui de aquí: me vine a Madrid. Fui famoso en mi
pueblo. La gente me escupía. Iba a mis conciertos hasta la policía. Por
entonces no rimaba yo tanto en mis canciones. Galimatías semánticos, caleidoscópicamente
armónicos. Y en el limbo, debí quedarme en el limbo. Fui rico en mi pueblo. La
gente me pedía. Quise grabar el disco que la industria me impedía. Topé con
todo tipo de piratas y piradas. Personas interesadas que me dejaron en bragas.
Y en el Limbo, debí quedarme en el Limbo. Yo sé muy bien donde termina esta
historia. En mi habitación de la calle de la Victoria. Lejos de los hilos que
mueven mi pueblo, recolocan mi velo, aplastan mis sueño, mancilla mi alma. Aún
no he comenzado a contarla. Aún no he terminado de empezarla. Ah... Cuando me
robaron mi pasión y mi tintero, yo me fui de aquí; me vine a Madrid.
Sofía Idoia deja para el sorteo una de sus postales artísticas. Esta es sobre Las Cuadrigas, que está en el número 18 de Alcalá, antigua sede del Banco Bilbao. La “Calle de San Marcos” es la calle en la que vive Sofía y repasa en su poema la vida de esta calle castiza.
La calle de San Marcos en su empeine sostiene la nostalgia de un poeta. Y con el deshielo, cuando llegan los vencejos, se le va el verso al cielo, se desnuda a peldaños y vuelve a volar. Aquí en la noche las pasiones se encienden con cerillas y las carboneras hacen más que recordar que nacieron lupanares y animan las contrahuellas, cobrándose vida los dibujos que el polvo había escondido, que el polvo ha descubierto. Porque San Marcos a ciegas baja al León de su busto y mientras se pasea la fiera, lame suelos con su lengua, dilatando el hedonismo que conquista sus aceras. El camello sin saludos vuelve con sus perros y la vecina de dos caras, vencida por las migrañas, ladra a los osos su soledad. Y hay una esquina maldita que no cicatriza, porque atrapa lo que duele y duele lo que empapa. Su día, pulpa, bullicio, ventea irisados destellos de pálpitos edulcorados, de paseantes distendidos, de colores en festivo. Porque, sin prescindir de su magia, San Marcos se levanta a toda vela desde Barquillo con el timón de Libertad
Maya anuncia que tiene concierto el sábado día 3, aquí en Libertad. Después comenta que al principio iba a hacer “Calles de Madrid”, pero al final se ha decidido por una plaza en concreto, la “Plaza del Conde del Valle Suchil”. Me sorprende porque en lo que hoy es esa plaza, estuvo la casa donde nació mi padre. Menuda coincidencia. Y es que a Maya le gusta ir por las tardes, al atardecer, a ver a las cotorras cantar, porque le recuerdan a su ciudad natal. Una pena que sean consideradas una de las cien especies invasoras más peligrosas de Europa. Tan agradable como siempre, se mete al público rápidamente en el bolsillo.
¿Sabías que hay loritos en Madrid
iguales a los de Caracas?. Se visten de verde vivo y vuelan sobre mí y a las 6
de la tarde. Cantan aquí sobre los pinos y allá sobre las palmas. En el jardín
de Mimo los colores me calman. En las calles de Madrid todo me recuerda un
poquito a ti. Y te veo entre cada adoquín. En la plaza del Conde del Valle de
Suchil pienso en ti. ¿Sabías que todavía pienso en ti, adolescencia en Caracas?
Mi mirada verde viva vuela sobre ti y vuela sobre nuestra casa. Aquí entre los
pinos y allá entre las palmas. Aquí cuando camino la música me calma. En las
calles de Madrid todo me recuerda un poquito a ti. Y te veo entre cada adoquín.
En la plaza del Conde del Valle de Suchil pienso en ti.
Trazos de Ciudad (Jesús) deja un vale por una colaboración para el sorteo. Explica que el participar en el concierto ha sido un poco de sopetón. Y ha elegido la “Calle Salitre” porque narra unos hechos que sucedieron en esa calle. Y lee su poema muy despacio, según suele.
Con dos dedos me deslicé por tu alcoba
de quince metros cuadrados. Esa alcoba
que tanto te gusta de Lavapiés. Esa alcoba que lava nuestros cuerpos en sudor.
Con dos cervezas me tropecé con tus labios. Esos labios que tanto besan ron en
las fiestas de la latina. Esos labios queda la poesía bebe. Con dos gemidos me
recibiste por el trazo de tus alas, que son el dibujo de las caricias de tu
espalda. Con dos mordiscos me caí por la espesura de tu libertad. Con dos ojos
me desnudaste el alma.
Miríada es la siguiente. Su calle es la dedicada a Don Ramón Gómez de la Serna, autor de las famosas greguerías, antecesoras de muchos juegos de palabras posteriores. Y en este tema Jenny despliega su jocosidad con una letra muy ocurrente y un aire inconfundible de chotis. Muy original. Antes de bajarse da las gracias a todos los que hacen micros en Madrid, tanto aquí como en otros queridos locales.
Cuando vengas a visitarme recuerda
que mi calle se llama Ramón. Y si te pierdes en la de atrás es porque se llama
Ramón. Es un laberinto donde te tienes que perder. Es parte del ramonismo
llamarlas por el mismo nombre. Lo habrán hecho para joder. El pan se cayó de la
litera y el niño dijo adiós, pan a dios. Unos peces con asma van por el río de
la calle. Al roscón de Reyes le hicieron lobotomía y ahora trae tu propia
greguería. El señor Gómez de la Serna en un barco se largó, porque donde manda
uno y solo uno, destierran el sentido del humor. Si vas caminando por El
Rastro, quizás te lo puedas encontrar. O en el Café del Pombo con la crema de
la intelectualidad. Ni facha ni estalinista ni adulador ni oportunista. Pero
ser honesto tiene un alto precio en este mundo fariseo. Cuídate, negra sombra,
de tu propia sombra hoy. Si te conoces tanto a ti mismo, dejarás de saludarte.
Un perfume de nardos, hojas amarillas, una música de tango. Cuando vengas a
visitarme acuérdate de Ramón.
María Guivernau dice que mejor actúa de pie, porque está tan nerviosa que si se sienta,
luego no se levanta. Primeramente canta a capella “Txoria Txori”, un poema en
euskera de Joxean Artze y musicalizado por Mikel Laboa:
No se me habría escapado.
Pero así, habría dejado de ser pájaro.
Y yo... yo lo que amaba era el pájaro.
Después nos recita su poesía dedicada a “La Avenida Donostiarra”, calle en la que vive. Una bella poesía.
Una jaula sin barrotes. Demasiado
tiempo corriendo en círculos. Perdiendo el aliento, dejándome ir con la
corriente, atenazada por la culpa. Un bigban explosionó entre mis costillas,
haciendo saltar por los aires una vida con disfraz de realidad. Los pies
trazando, entonces, un camino hacia adelante, sobre el asfalto de una ciudad
insomne. Tan extrañamente conocida, tan vivida, tan odiada, tan amada. En la
mente, el mar del norte. Cerrar los párpados, mecerme el viento; y al final de
la huida, sombreada por colmenas de hormigón, con la banda sonora inagotable de
la M30, recortada y recta, una avenida. Donostiarra sin orfeón, sin mar, sin
puerto, sin miel ni abejas. Desde hace un lustro, cobijo, alas de vuelta a la
vida, construcción de cálido nido, refugio con entrada y salida para esta
especie de ave que siempre mantiene el vuelo, a pesar de las heridas.
Elena Cormán le pide a Andrés que le baje su altavoz de guitarra. Con su voz tan cantarina como un arroyo de montaña nos va llevando de un ambiente a otro, según su guitarra le guía, para describir la “Calle Cordón”. Es una suite en toda regla. Muy bonito tema.
Dilín, dilán, ¿las campanas dónde
están? Sólo hay una cosa que es capaz de sacarme de mí cuando estoy dentro. Es
empezar a caminar hasta que no sé dónde estoy. Calles de piedra. Madrid, tan
naturalmente me abre. Madrid, tan naturalmente me parte. Primera vez que siento
familiar lo que no he visto. Primera vez en que me fijo. Si la campana suena
con martillo o con badajo. Primera vez que bajo estas viejas escaleras... En la
ciudad donde nadie descansa puedo decir que me fundo los plomos. En la ciudad
donde nadie descansa puedo decir que soy finita al fin...
Tras estos primeros siete
participantes, ha quedado claro que esto es una maravilla. Andrés está feliz y
dice que se respira un ambiente estupendo. Y seguimos con más artistas.
Sergio Sanz monta su hacedor de sonidos espaciales y a la vez piano electrónico con la ayuda de Andrés. Hoy hará sólo de piano. Traía un 8 para el sorteo pero se la ha roto. Dice que no importa, porque como está de modo el kinsugui (eso de reparar las cosas) pues no pasa nada y lo deja sobre el piano. Explica que su canción habla a todos los presentes y va de los cantautores y de los números cármicos. “No tengo mantón ni claveles pero es que a los madrileños nos sobran los laureles”. Su canción se titula “Calles de Madrid”, aunque él nació en la calle la Paloma. Trae una lista, al estilo de Una, para no olvidar las cosas. Así que repasa que nació un miércoles.
Me lo dijo ella: ni una copla a la Paloma. Y es que fue donde naciste ese miércoles que viste una luna, tu primera. Llegaría una esfera a sentarse en tu cabeza y quitarte la destreza pa' cantar y dar la nota en las calles de Madriz. Parecía por la fecha que los números del karma ibas a tener en palmas silenciosas por descaro de aquella vida pasá. Sigues siendo aprendiz con esos zapatos nuevos, aunque para ti es un juego que siempre te hace feliz. Y a la noche en la Latina, o por las calles de Chueca se te endulzan las cortinas para abrir el ventanal. Ya lo sé, no estoy cabal pero eso no me importa porque tengo una corona en esta ciudad ladrona y sus calles de metal. Debería hacerle caso cuando grita en sus destellos: Que para sentirte bello, que para sentirte bello, pichi, ties' bailar con buen paso. Así van los adoquines desde Ópera hasta casa y pa ver lo que se engrasa en tu caderita gata gata gata gata solo hay que beber vermú. Y en la calle de Preciados sonarán las guitarricas para darte una pistica dónde te diriges tú. Ya lo sé, soy aprendiz con estos zapatos nuevos aunque para mi es un juego que siempre me hace feliz. Y a la noche en la Latina, o por las calles de Chueca se te endulzan las cortinas para abrir el ventanal. Ya lo sé, no estoy cabal pero eso no me importa porque tengo una corona en esta ciudad ladrona y sus calles de metal.
Leo Acevedo cuando llegó a Madrid hace un año, tras bajarse en Atocha, enfiló tras el Reina Sofía y pasó por una calle desconocida que le gustó mucho y le hizo una foto. La “Calle Buenavista”. Hoy le dedica una canción muy rockera. Muy buena marcha.
Parada, mirándote desde Calle Santa
Isabel, te vi bajar. Y vos me mostraste a Madrid en una foto. Fue la primera
vez que te vi con ojos de amor. Pero supe que no sería la única. Edificios de
colores y balcones que me hacen sonreír. Faroles de algún tiempo muy lejano. El
cielo iluminado de Madrid. El suelo gris cemento es la base de toda esa
hermosura. Las guirnaldas cruzan por tus aires, conectando la ciudad. Veredas
pequeñitas te enseñan a respetar a otros peatones. Y tachos de basuras con
frases imposibles de olvidar. Edificios de colores y balcones que me hace un
sonreír. Es que así son todas tus calles, tan hermosas como tu cielo, Madrid...
Javier Gijón hoy ha traído su acústica y armónica y es que su tema es una balada muy folky. Da las gracias a Andrés y a Camilo y saludos a todos los onlainers. Explica que de joven tuvo mucha relación con la búsqueda de la libertad y hoy ha vuelto a esta “Calle Libertad”, nuestro nuevo sitio imprescindible. Buen tema.
Yo no sé que tiene tu mirada, que nos
muestra todo un mundo de color. Arco iris, un espejo entre las sombras.
Esperanza es tu luz en un rincón. Escuchando aquellas voces del pasado,
recordando el espíritu que ayer fue vistiendo aquellos días de domingo entre
sueños que mezclaba con pudor. Y la luna contemplaba nuestros miedos. Los
neones alumbraban la ilusión. Despertamos a un gran mundo de promesas y nos
vimos en la calle Libertad. De azabache eran los rizos de tu pelo. Tu sonrisa
reflejaba la pasión. La frescura, la riqueza en tu palabra, combinada en la
elegancia de tu voz. Recorrimos de la mano la inocencia. La bandera del amor
nos envolvió. Con compases y entre dulces armonías, sin saberlo fue gestando
una canción. Se respiran la emoción y la alegría. Los acordes y las ganas de
soñar. Cada uno conviviendo con su historia nos juntamos en la calle Libertad.
Y la música suena siempre en libertad.
Sergio Ituero saluda a todos y dice que su poema se llama “Calle San Lamberto”. Y que empieza con una dedicatoria; “A Juanlu Mora, por tu amistad. Gracias”. Sus versos hoy hacen todo un recorrido por calles de Madrid y palabras casi perdidas. Otro momento precioso en este micro tan especial.
Un hombre y su sombra salen de un bar
de la calle Libertad y se dirigen al norte, hacia la calle de San Marcos. El
hombre y más aún su sombra escuchan en sus cabezas un clamor de trompetas y
clarines que proviene de Alejandría. La luna supervisa la escena, llena, evangélica.
La sombra del hombre gira a la derecha hacia la calle de Augusto Figueroa. El
hombre y la sombra discuten, se insultan, tienen un duelo de honor y ambos
mueren. Llegando a la calle de Prim resucitan. El hombre le dice a su sombra
'no olvidéis la sangre derramada por vuestras disputas políticas'. La sombra se
pone roja. El hombre y su sombra giran a la izquierda, hacia el Paseo de
Recoletos. Les gusta porque es un paseo octosílabo. Andan con una vitalidad de
árganos. Parecen iluminados. Mendicantes. Quieren seguir a Cristo. Casto pobre
y obediente. Andan como si estuvieran buscando la verdad. El hombre y su sombra
giran a la derecha, hacia la calle de Villanueva. Mueven las piernas de carne y
sombra con una elegancia neoclásica. Ambos piensan en la posibilidad de
querellarse el uno contra el otro. El hombre, y quizás también su sombra, giran
hacia la calle de Núñez de Balboa. Van conquistando con la mente a todas las
mujeres, todas bellas, y a sus sombras, que son aún más bellas. Un antílope
cruza veloz y con gran peligro para su vida a la ruidosa y atascada calle de
O'donnell. Los dos miran la escena con lágrimas y sombra en los ojos. Tiene que
significar algo. Han andado ya mucho. Levan andando todo un bienio progresista.
Llevan andando el reinado de Isabel II. Llevan andando una guerra carlista.
Pero no están cansados. No, no de eso al menos. El hombre, e incluso su sombra,
giran a la derecha en la calle del Doctor Esquerdo, camino trivial, camino
trillado. Camino que es común, usado y frecuentado. La Sombra recuerda unos
versos de un hombre amigo del hombre: 'en este osario de cemento que un día se
llamó Madrid, del que sería malo irse y peor quedarse', mientras mira la ancha
calle que conecta con una carretera, que conecta con el mar, que conecta con el
mundo entero. Ora el hombre, ora la sombra, miran a sus espaldas. La luna tiene
una sombra negra como de cólera-morbo. Pero ya la calle de Sainz de Baranda
viene hacia ellos. La sombra explica al hombre su proyecto. Quiere presentarse
a la alcaldía de Madrid. Al hombre no le asombra. Siempre ha sido una sombra
alargada. El hombre, mas no su sombra, gira a la derecha hacia la calle de
Félix Rodríguez de la Fuente. El croar de las ranas le pesa en los ojos y el
hombre atraviesa la calle con los ojos cerrados. Si los tuviera abiertos, vería
el apareo de los muflones, los ojos de las anacondas entre las ramas de los
plátanos de sombra. La respiración pulmonar de los gallipatos, la micro bondad
del desmán, el sueño encogido de los gorriones, el pelo color de mosto de las
raposas, retoños de lobo, jugando con las avutardas. Y un musgaño que se mete
en el bolsillo de su camisa. El hombre con los sentidos engrandecidos por la
circunstancial ceguera, huele la putrefacción de las hojas caídas. Escucha el
retorcerse de los gusanos, el aire que todo lo oxida, recorriendo su nuca. El
sabor de la sangre y del alcohol en su boca. Hila un verso de un amigo de la
sombra: somos un manjar para la puta vida. Y en la rotonda toma la primera
salida en dirección a la calle Blas de Otero, donde se encuentra de nuevo con
su sombra, que murmura entre dientes negros: 'para el hombre hambreante y
sepultado en sed, salobres son de sombra fría en nombre de la fe que he
conquistado, alegría. El hombre mete a
su sombra en la mochila y gira hacia la calle de Santa Irene. Ahora una flecha
atraviesa su garganta. Entrando por la calle de San Lamberto, su sombra se
escapa. Lleva la cabeza entre las manos de sombra. El hombre introduce la llave
en la cerradura del portal. Ahora su cerebro es una rosa. El hombre proclama en
alto: para que esta puerta de la calle San Lamberto se haya abierto ante mí,
tuvo que pasar todo lo que pasó en el mundo desde su origen. Y eso está bien.
El hombre y su sombra se besan apasionadamente en el portal.
Juan Carlos Aguilera, tras preguntar a Andrés si se puede hacer promoción, anuncia que tiene concierto mañana a las 8 y media, en el Bar Casapueblo, calle León número 3. Por Antón Martín. Dice que él no esta nervioso para nada. Por qué no le creeremos. Su canción se titula “Calle de Arrieta” y narra una historia particular, añade. Agradable voz. Un estribillo pegadizo.
Entre Arrieta y Campomanes ya se van,
ya se van. Reflejando en los cristales quedarán, quedarán. Otra historia que se
va a naufragar por Ópera. Vuela el miedo por la nube; llegará, llegará. Mi
nostalgia te presume; ya vendrás, ya vendrás. Otra historia que se va a
naufragar por Ópera. Qué pasará. Nadie sabrá. Puede un corazón con dudas
juguetear, juguetear. Ir sorteando a la locura. Naufragar. Ya te vas. Otra
historia que se va a naufragar por Ópera.
Estamos en la mitad del
concierto. Andrés dice que “La movida madrileña” no sucedió. Se contó. Explica
que si se le pregunta a Alaska, contará que en sus conciertos había siete
personas. Pero luego se habló mucho de ello. Y con esto de los micros abiertos está
pasando lo mismo. Y él se dirige a los futuros espectadores de este video. Aquí
sucede algo muy especial. Y es que todos nos conocemos, así que aparte de
nuestro tema, sentimos mucha curiosidad por ver qué han hecho los demás. Y
felices, seguimos escuchando nuevas composiciones.
Josetxo Bermejo "Fuencarral". Explica que la canción en realidad le lleva rondando un montón de tiempo, pero nunca la termina. Relaciona su paseo desde Tetuán a Sol con un encuentro fortuito. Ritmo de paseo rápido que me sugiere una mañana soleada.
Abrir una ventana y entro en Madrid.
Tetuán, Chamberí, calle abajo Fuencarral. Cruzo Gran Vía y Sol. Por el Oriente
de tus piernas voy al kilómetro cero. Nunca sé si termina o empieza, como un
libro abierto por la mitad. Nos dejamos llevar sin saber que vendrá. Sin
decirlo todo, diciendo poco a poco. Se nos hizo tarde y tú vives cerca y tú
vives cerca. Entramos por la boca de metro Quevedo y salimos a tu puerta. Y
subimos las escaleras, quitándonos la ropa. Cerramos aquella ventana y el
callejero se convirtió. Los muslos abiertos de esta canción. Por las calles las
semanas. Por las plazas las manzanas. Sin salirnos de los mapas. Abrir una
ventana y entro en Madrid. Tetuán, Chamberí, calle abajo Fuencarral. Cruzo Gran
Vía y vamos. Sin decirlo todo, diciendo poco a poco, para hacer que lo bueno
nos dure un poco...
Mi Antonio dice que hora entenderemos por qué ha elegido la “Calle de la Palma”. Para eso nos canta primeramente un preámbulo.
En la misma entraña del barrio de Malasaña, en donde se da cita la modernidad, Trinidad Olga Ramos Sanguino, mujer de humor muy fino, triunfó con un espectáculo singular. En el 51 de la calle de la Palma había un garito de pícaro cuplé. Y allí doña Olga Ramos triunfaba con sus canciones y su buen hacer. En la calle de la Palma el espíritu queda de las melodías pícaras de ayer. Y este recuerdo a Libertad 8 llega por ser un café concierto como lo era aquel.
Después pasa a la canción propiamente dicha, con permiso de la “señá” Olga, de la que dice que lo haría mucho mejor. Más pícaro, más sensual. Mucho más gracioso y mucho más mucho, termina. Es una especie de cuplé sobre un bombero macizo, que hace las delicias del publico. Para visibilizarlo, pone una foto del susodicho, tamaño póster, y varias postales. El póster cuelga del pie de micro.
Este es el bombero. El más pinturero
del parque de bomberos de Madrid. Con esos abdominales que a vosotros y a los “gueises”
os traen mochales, me tiene alucinado hasta mí. Hace su gimnasia todas las
mañanas para reforzar ese tipín que a las mujeres les quita el sentido,
comparando a su pareja o su marido con este bombero de postín. Se puede
observar que está como un tren, pues sin uniforme, y aunque se lo pongas, el
mozo está chipén. Y si hay que extinguir un fuego por ahí, ese bombero lo va a
hacer muy bien. Me aseguran que sí. Una admiradora me ha dicho en secreto que
ese muchacho vale un potosí. A ella le ardía y pudo comprobarlo, pues este
bombero fuera de servicio le valió por mil. Le pierde el trabajo, le tiene
afición. Y entre las vecinas del parque de bomberos le sueñan con la manguera y
así, casi en cueros, apagando su pasión. Si la llama ahuma, deja que presuma,
que el mozo no fuma porque no es bueno para la salud. Pero gasta un puro que no
es habano que algunas vecinas ya se lo han fumado y como es bombero se lo fuman
apagado. Con sus instrumentos realiza su oficio es este muchacho poco dado al
vicio. Tiene cualidades y una virtud. Tiene una manguera, tiene una manguera
como ya imaginas tú. Cuando haya un aviso de que se quema un piso, un
acontecimiento raro y singular, se presta la faena porque sería una pena no
llegar a tiempo ese lugar. Con toda premura que el oficio Procura, de día o
noche oscura el cuerpo de bomberos está ahí, llegando a donde llega, apaga los
incendios. Trabajan con ahínco los bomberos de Madrid. En su camión rojo,
sonando la sirena porque dejé en paso para circular, y no perder el tiempo
llegando al momento a cualquier incidente sin tardar. Este apaga lo que sea,
trajina con su manguera, también como de él se espera, pues sin él la cosa les
ardería. Y sería fatal. Si su cañería, señora, sus bajos inundara, con prisa a
este bombero usted le llamara. Y si es que le chorrea él pronto sabría
solucionar el problema de su tubería. Con extremo cariño y habilidad. Este
cuerpo de bombero pone el remedio a esas averías con profesionalidad. Vestido
de uniforme hace un calendario, mostrando lo que sea menester. Y si alguna
ciudadana necesitara ayuda que no le quepa duda que se la va a ofrecer. Con ese
cuerpazo de Hércules castizo, señora si algo le quema le puede llamar. Que con
tanto oficio y tanta manguera lo que tenga ardiendo se lo apagará. Vivan los
bomberos, bomberos de Madrid, aunque no todos sean como este galopín.
Juan Antonio Ordóñez llevaba tiempo sin ofrecernos algo nuevo. Así que es un gusto tenerle hoy aquí y de estreno. Él, nos cuenta, nació en la calle "Ramos Carrión". En esa calle, según Juan, empezó el mundo. Y eso para él es lo más importante y no la vida y milagros de Ramos Carrión. Otro bello tema, con tintes melancólicos.
Todo ocurrió en el 64, “La Creación
del mundo” en un piso cuarto. Y la emoción del primer llanto, allí empezó todo
el milagro. El Big Bang estalló en Ramos Carrión. Y ahí estaba yo, sin entender
que era mi niñez un salto sin red, que sería la vida. Y fui a parar a Ramos
Carrión junto a un callejón. El portal 6, siempre recordaré aquel olor a
carpintería. Luego un parque, un balón y un huerto cerrado. Bancos de piedra y
Varona tocando a Sabina. Un "mil quinientos" aparcado en la esquina y
un tendedero y una vecina. Brotó el amor en Ramos Carrión y ahí estaba yo, sin
comprender que murió mi niñez en un salto sin red que sería mi vida. Y fui a
parar a Ramos Carrión, a tejerme la piel de juventud, de fuerza y salud. De la
virtud de crecer cada día. La calle cambió, erosionada en el tiempo. Aguado
cerró, el ultramarinos que abría a destiempo. Y ahí quedó, anacrónico y muerto,
un callejón maloliente y sin dueño. Y dije adiós a Ramos Carrión, cuando me
casé. Mas pude entender que no podría volver ninguna vez a la raíz de la vida.
Mas quedó en mi Ramos Carrión y en cada rincón un poco de mi. Y suelo asomar
poco, ¿qué decir? eso ya lo escribí... El Big Bang estalló en Ramos Carrión y
ahí estuve yo para entender que fue mi niñez un salto sin red, que sería la
vida.
Daniel Romero hoy no se va a extender mucho. Deja para el sorteo uno de sus poemas secretos, según costumbre. Y lo ciñe una cinta del color del agua de uno de los versos. Acerca de su poema, titulado “Gran Vía”, nos regala una curiosidad. Todas las calles de Madrid, explica, son gatas, porque sus madres y sus abuelas (las calles que estaban en el mismo lugar) también eran de Madrid. Y para corporeizar esta idea, deja también par el sorteo un anillo con una cabeza de gata, blanca como la nieve, porque el poema, de 2006, es una premonición de Filomena, acaba de explicarnos.
Zumba el gran autocar por la Gran
Vía. En su curvo parabrisas se hincha el globo de los edificios que acuden a
saludarlo. Venerables ancianos de viejos huesos y pieles cincoañeras, cuajadas
de balcones. Ojo de molduras, lóbulo de rejas, cabello rozando el suelo, vuelan
los dos grandes palets que un muchacho transporta, colgados de sus brazos. Mucho
habrá de esperar a la inmensa nevada que le permita utilizar su trineo.
Ernesto Arango empieza de pié, pero pide permiso para sentarse a fin de atacar cómodamente su canción en la que nos hace un recorrido sobre una carreta, con ritmo country, alrededor de Madrid. Es muy aplaudido.
Jou jou jou. Soy un carretero. Jou
jou jou. Voy con mi carreta por Madrid. Jou jou jou. Cruzo el puente más
antiguo por encima 'el Manzanares, a la altura de las lavanderas. Jou jou jou.
Paso entre dos torres de militares. Jou jou jou. Entro en el camino de las
ventas de Alcorcón, estos son los arrabales, las afueras de Madrid. Jou joù jou
jou. A la izquierda veo una Quinta del Sordo que la llaman. La quinta de un
pintor llamado Goya. Jou jou jou. Estamos en las afueras; Barrio de artesanos,
modistillas, lavanderas y busca vidas. Soy un carretero. Jou jou jou. A la
izquierda un mercao; el de Tirso de Molina. Con un templete delante. Homenaje a
un cantor José Menese, hijo de un zapatero remendón del barrio. Jou jou jou. A
la derecha la iglesia de Santa Cristina, asilo de párvulos. Es la línea de
defensa de Madrid. Aquí El Campesino y Lister entrenan ciudadanos milicianos.
En la casa de campo. Jou jou jou. Aquí la ermita del ángel de la guarda. Esto
es la puerta el ángel. Jou jou jou. Hay una estatua de la latina. Por ella se
llama este distrito. Jou jou jou. Sigo subiendo en el camino. Jou jou jou. Paso
el cuartel de la guardia civil. Todo por la patria la benemérita. Ya no está
Ahora es centro de salud. Jou jou joù jou. Veo una cruz gigantesca De cole de
los salesianos de san Juan Bosco. Al lado un cole de monjas. Jou jou jou. Veo
el castell de Bofarull del senador gerundes. Jou jou jou. Ahora es un hiper
español. Jou jou jou. Enfrente, la calle 'e los hotelitos. Con nombre de
Clemente Fernández. Como las de Ciudad Lineal y Arturo Soria. Jou jou jou.
Llego al alto A la izquierda el centro de formación profesional de José Ramón
Otero. De una cooperativa de profesores. Jou jou jou. La casa de socorro, ahora
centro municipal de prevención de salud. Jou jou jou. Al frente veo los
campamentos. A la derecha el parque de atracciones. Es la casa de campo. Jou
jou jou. Y más a la derecha la feria nacional del campo. Estoy en el vértice de
los Paquiños. He llegado a la gloria. Jou jou jou. Soooooooooo, carreta,
soooooo. Las mejores bravas de to' “Madrí”. Y la oreja también... Jou jou jou.
El paseo Extremadura.
Bueno. Y esto se acaba. Sólo
falta una tanda. Después tenemos veinte años al menos para hacer el resto de
calles. Andrés, impresionado por la canción de Ernesto le pregunta si ha
improvisado o se sabía la letra de memoria. Y Ernesto le contesta que de
memoria. Pero antes Andrés quiere mencionar que después del micro será el Fin
de Curso de su taller de composición, que será muy bonito. Ahora vienen las tres
personas que llevan aquí aguantando una hora y tres cuartos para mostrar su
creación.
Oscar Goiko ha elegido para su canción la "Calle Ercilla" porque tiene la particularidad, que le impresiona, de que tiene cinco salas de teatro siendo una calle tan pequeña. Reconoce que a estas alturas las melodías de todos llenan su cabeza, pero arranca su tema sin problemas.
Llevo años palpitando por las calles
de Madrid. Y hasta hoy no la he nombrado ni he contado que hago aquí. Me
descubro ensimismado, atrapado de aprendiz. Pululando por escenarios, ese
eterno vodevil. Y pienso en la calle que enciende mil recuerdos. Un antiguo
poeta, Alonso de arcilla, sin ser consciente, la bautizado. Una calle repleta
de gente sencilla y de ese arte teatro llamado. Con cinco salas en muy pocos
metros, donde las balas son textos directos. Donde he gozado, he sentido en mi cuerpo,
cómo se gusta ser otro esqueleto. Perdido en la calle que despierta sueños.
Teatros, dramas, comedias. Ensayos certeros. Historias que me hacen comprender
que no hay respuestas. Y he sentido en esa calle la presencia de un hogar de
recuerdos familiares sin firmar. Un guión establecido. La sorpresa llegará.
Improtexto, eso aquí ya nos da igual. Teatros, dramas, comedias. Ensayos
certeros. Historias que me hacen comprender que no hay respuestas. Teatros,
dramas, comedias. Ensayos certeros. Historias que me hacen comprender que
hacerme preguntas, haceros preguntas, hacerse preguntas…
Valen Heredia ha elegido otra calle relacionada con mi vida: la “Calle del Amor Hermoso”. Y es que mi pre-adolescencia y adolescencia me movieron por un ámbito que precisamente acababa en esa calle de Usera. Con un chotis-jota, valen va desgranando la vida de aquel barrio en los 80, cuanto tantos y tantos chavales y chavalas se fueron para el otro barrio, gracias al Sida y al caballo.
Cuando vayas a Madrid, al Barrio
Obrero construido al sur de la capital, piensa que allí vivía un niño pequeño
que ahora canta ya sin pelo, en el café libertad. Un lugar donde meter a los
del pueblo que buscaban la oportunidad en talleres cerca de El Matadero o en
Barreiros S.L., que era insignia nacional. Cuando vayas a Madrid, al Barrio
Obrero, no te creas que estaba como lo ves. Era un raro urbanismo asfixiante.
Ese niño había pensado que así debería ser. Calle del Amor Hermoso, una placa
de mentiras, camino de proletarios. Sueñan con mejores vidas. Calle del amor
hermoso no es lugar para pasear. El sol sólo al mediodía, las aceras de un
metro. Para qué queremos más. Cómo no, les daremos preferencias a sus hijos con
una educación formal. Así qué mejor que abrir escuelas buenas, ya lo harían los
curillas, que eran un gran bien social. Está claro que en el barrio era algo
bueno los durillos de las extras ahorrar. Así el niño entraría en el colegio
donde lo más importante era el canto pa' rezar. Cuando iba por mi calle en
Useras, no había parques ni academias de inglés y el deporte se hacía entre los
coches, donde luego a los amigos nos daría por beber. Calle del Amor Hermoso,
una placa de mentiras. Poco espacio, mucha droga. No toquéis las jeringuillas.
Calle del Amor Hermoso, tu placa la han de cambiar por un nombre que al menos
no nos quiera engañar. Va creciendo ese muchacho, aprendiendo acordes en la
guitarra, pa' tocar al ritmo de los chunguitos, de los calis, de los chichos y
del rey del pollo frito. Tiene gracia, lo parece, y no es tan raro. Pocos
querían cambiar. Debe ser que asimilaron lo he enseñado en este estado: cada
uno tiene su lugar. La cerveza siempre a morro y 15 años, que todos sepan que
aprendiste a fumar. Los que no terminaron octavo compran costo en una esquina,
porque se han puesto a currar. Calle del Amor Hermoso, una placa de mentiras,
camino de proletarios. Sueñan con mejores vidas. Calle del amor hermoso no es
lugar para pasear. El sol sólo al mediodía, las aceras de un metro. Para qué
queremos más...
Jara Armenta cierra este concierto perfecto. Deja dos pegatinas que valen por dos entradas para el 8 de Diciembre, que tiene concierto en el Dino, a las 8 y media. Y Jara nos brinda un perfecto final con su “Calles de Madrid”. Juerga flamenca. Para qué queríamos más. Bravo, Jara.
Una larga cuesta arriba me dio al
llegar a la ciudad de la bienvenida. Poco sitio pa'aparcar y yo con una mudanza
pa'descargar. Ayayayay, calle Segovia. Paso el puente y estás todita en obra,
ñam ñam ñam. Qué rico despertar, yo en el primer piso y los obreros con las
radiales. Yo había traído mi “home-studio” y todavía no lo he podido montar.
Ayayay, calle Segovia, cuesta pa'arriba, cuesta pa'abajo. Así ando todo el día,
huyendo de la obra. Y calle pa'arriba calle pa'abajo, buscando un micro
pa'cantar algo con mi guitarra to'as las tardes. Y en las espaldas colgá voy
cantando mis canciones a quien las quiera escuchar. Y calle pa'arriba, calle
pa'abajo, buscando a Ernesto que me está esperando. Con tanta cuesta pa'arriba
voy todo el día asfixiá, llevo las piernas temblando y llego tarde a to'los
la'os. Y calle pa'arriba, calle pa'abajo, cojo mi mochila, me voy pa'el
gimnasio, me pego un buen entrenamiento y cuando tengo que bajar llevo las
piernas temblando y me tengo que sentar. Y calle pa'arriba calle pa'abajo
haciendo glúteo pa'este culazo que se me está poniendo, prima, y en esta ciudad
que está llenita de cuestas y todo el día pa'arriba. Y calle pa'arriba calle
pa'abajo, buscando un micro pa'cantar algo con mi guitarra todas las tardes. Y
en las espaldas colgás voy cantando mis canciones a quien las quiera escuchar.
Y calle pa arriba, calle pa abajo, buscando a Ernesto que me está esperando.
Con tanta cuesta pa'arriba voy todo el día y ahogá; llego a to'os los sitios tarde y yo antes era
puntual. Y calle pa'arriba calle pa'abajo, cojo mi mochila, me voy pa'el
gimnasio, me pego un buen entrenamiento y cuando tengo que bajar llevo las
piernas temblando y me tengo que sentar...
Andrés dice que Marta
Plumilla tuvo la idea de este concierto pero no ha podido participar, lo que es
una pena. Pide un aplauso para ella. Después repasa la lista de participantes y
saluda a Wayo, que nos sigue por el chat. Y antes de cerrar esto, da paso a
nuestro cazador de palabras.
Ernesto
hace tiempo que se decidió a cambiar su actuación por la creación de un cadáver
exquisito que mostrar al final de cada micro con las palabras cazadas al vuelo.
Hoy es especial. Ernesto ha actuado. Pero no por ello nos priva de sus
estupendas pinceladas. Tras él, Andrés despide a los onlainers y como después
viene inmediatamente el “Concierto de fin de curso”, no puede haber sorteo.
Pero para que no se quede la gente sin regalo, pide que cada uno coja lo que ya
sabe que quiere.
"Podéis ir en
paz".
P.D. Como no me quiero
quedar fuera, añado aquí mi propia aportación al concierto. Mi calle es la
“Calle la Justa”. Hace referencia a mi arraigo madrileño, comenzando por mi
abuelo.
https://www.facebook.com/luis.c.crespo.3/videos/651135556709119/?idorvanity=202967929742447
En la calle La Justa, hoy de Los
Libreros, vino a nacer un trece de Marzo de mil ochocientos ochenta y seis, el
bueno y algo pinta de mi abuelo Benjamin. Dicen que era guapo, aunque no como
un San Luis. De joven no había forma de hacer carrera de él. El "elétrico”
no faltaba a ninguna kermés. Hasta que apareció la bonita Andrea por allí. Ahí
cambió la historia de aquel figurín. Las calles de Madrid le vieron hacerse mayor
y guardaron su historia cuando, tras la
Victoria, el terror lo asesino. A la hora de partir se fue al cielo. Eso es lo
bueno cuando eres de Madrid. También su nieto recorre el invierno de estas
calles. Igual que antes de él hicieran sus padres. Hay algo todavía de aquellos
días que me atrae y me hace sentir a salvo del tiempo y sus desmanes. Y es que
en estas viejas calles puede que aun halle mi Madrid. Ese que abraza al llega
de fuera si lo sabe vivir. Por eso los soñadores de todas partes lo quieren sentir.
Recuerdos viejos, sueños nuevos; todos caben aquí. Que las calles de Madrid te
vean hacerte mayor y guarden tu historia cuando digas adiós. A la hora de
partir irás al cielo. Eso es lo bueno cuando eres de Madrid.
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