Por: Camilo Crespo.
El
video en directo se puede ver en el Canal
deYouTube de Micro Abierto Libertad8 :
O directamente: https://www.youtube.com/watch?v=w7RfQUe3Jtk
"Oremos". Buenas tardes. Seguimos disfrutando del Micro Abierto de Libertad 8, aunque sea en otros ámbitos. En esta ocasión en el salón de actos del Corte Inglés de Callao. Andrés saluda como siempre a presentes y onlainers, tras una breve introducción de Pita Sopena, la responsable de este espacio cultural, gracias al cual podemos celebrar el Concierto “Mamá”. Pita Sopena y Gonzalo Escarpa llevan a cabo un acontecimiento cultural que hoy nos han cedido para realizar nuestra magia. Los días de concierto son días de nervios. Pero hoy esto se amplia al salir de nuestra “zona de confort”. Aunque el sitio es muy confortable. Andrés después de dar las gracias a Pita y Gonzalo por darnos cobijo y explicar lo que se va a hacer hoy aquí, pasa lista y anuncia los participantes de la primera tanda.
Gonzalo Escarpa ha compuesto, a petición de Andrés, un poema para participar en el concierto. Entra en video pues no puede estar aquí. Tras saludar, nos recita sus versos. “Mi madre quiere que le explique cómo se puede amar en sólo dos semanas. Mi madre de la guerra y de la hambruna sólo ha oído hablar. Fue afortunada. Nada le asusta más que un accidente, un quiebro del futuro, la muerte de su hermana, el paro, el cáncer, el azar, los malos presentimientos… Pero en dos semanas ¿cómo se puede amar? Me ha sorprendido, estoy seguro, un brillo en su mirada de mujer, todavía bella, herida por la vida, cuando me preguntaba En dos semanas ¿cómo se puede amar?¿Cómo se puede amar en dos semanas?”. Poesía en estado puro.
Andrés Sudón
suele actuar en estos conciertos el primero, ya que se tiene que ocupar del
sonido, el video y el resto de cosas. Aunque hoy anda liberado de casi todo
ello. Pide perdón a su madre por su canción, ya que no va de lo habitual. Antepone
una cita de Marta. "Pero Marta, ¿qué estas haciendo?. Tranquila mamá, hoy voy a ser normal". “Hoy te he dicho
mamá que estoy bien, que me llega el dinero. En el Jardín Botánico, tres horas
diez euros. Yo soy cantautor profesional. No sé si estarás de mí orgullosa,
mamá. Perdona, perdona, mamá por no ser normal. Pero cuando me dijiste sé tú mismo, se abrió un abismo sobre el
que quise volar...”. Canción intimista y dirigida en persona a su madre, pero
con estribillo potente. Bravo.
Chico Herrera es el siguiente. No precisa atril. Su estilo suave y hermoso nos brinda
una letra que es un canto de loa a la madre. La define iniciando cada verso con
el título de concierto. “Mamá es el grito que ahuyenta el miedo. Mamá es sonrisa
que sin pedir dar. Mamá es tener comida en la mesa. Mamá es el lazo que no cortarán.
Mamá no habla y guarda silencio. Lo sabes sólo con una mirada. Mamá no duerme.
Mamá cuenta cuentos y cae rendida los pies de tu cama…”.
Sofía Idoia nos trae un poema de agradecimiento a su madre. Explica que le ha causado bastante caos, porque no tenía muy claro por dónde enfocarlo. Ha pasado desde la idea de hablar de un cactus que tiene, que sólo se reproduce pero nunca crece -siempre está el mismo tamaño- hasta otras mil ideas. Pero al final se decidió por hablar de su madre. “Me diste tus ansias por pintar, siendo yo un feto, que al parirme conmigo me las llevé. Goma y lápiz, siendo un boceto para redibujarme una y otra vez. Cobijo en la ensenada de tu sujeto es el litoral al que siempre volver. El reconocer en el universo tu eco y acurrucar mi galaxia en él…”. Muy bello y bien rimado poema.
Alejandro Belmonte dice que tenia una idea aparcada y como el domingo pasado fue el
cumpleaños de su madre, aprovechando el taller, ha terminado por hacerla
canción. Dice que trae un boceto apenas. Trae su guitarra eléctrica por primera
vez al micro, pero es que la ocasión lo merece. Tras dar las gracias a la madre
que le trajo, inicia su tema. “Dentro de su vientre me tuvo nueve meses, sin
pagar la luz, agua ni alquiler. Siempre se preocupa para que esté bien. No
vuelvas tan tarde, que esto no es un hotel. Por esto y mucho más te doy gracias,
mamá. Por ser tan luchadora, una namber uan.
Por esto y mucho más te doy gracias, mamá. Por estar ahí siempre, eres la que
más…”. Positivo como siempre. Gracias, Alex.
Andrés dice que echaba mucho de menos presentar el
micro y que está enganchado. Hoy se sumarán dos #nuevosparticipantes a los 2.465 que llevamos censados hasta la
fecha. Además este es el concierto-taller numero 71 que hacemos desde el año
2012, que empezamos con ellos. Y vamos allá con otra tanda.
Una está
agradecida porque aquí hay una luz perfecta para leer la letra. Dice que su
madre falleció hace unos días y le hizo un poema de despedida, que incluyó en
su féretro para la incineración y que ha musicado. Intentará no llorar. “Adiós
mamá. Hemos discutido tanto y nos hemos agredido física y verbalmente. Yo
hubiera deseado que tú fueras una madre como la que invoca Rigoberta en su
canción. Adiós, mamá. Tú hubieras deseado una hija más tranquila y menos
impertinente, que no pusiera siempre excusas a la hora de acompañarte a mirar
ropa a la tienda de Pilar...”. Alguna
lágrima se le ha escapado, claro. Pero como siempre, su verso tiene la belleza
de ser directo, descarnado y limpio. Muy certero.
Borja Cacharro trae ukelele. Con cambios de ritmo y entonación, nos brinda algo muy
original. “Si te sientes solo y sufres un mal de amor, es cuando te acuerdas más de mi. Mamá, hoy te vi. No
era por saber nada de ti. Ni cómo estabas. Es porque me duele vivir y ahora no se
existir en la soledad. La lavadora me mira y me dice Ponme ya….”. Su propuesta me ha parecido genial. Bravo.
Marta Plumilla explica que su madre es de una generación de madres que guardaban todos sus deseos en una cajita, creando
alrededor un halo de misterio, y haciendo suyos nuestros deseos, pero olvidándose
de los de ellas. Y de eso va esta canción. “Ese niño quiere encontrar su
pelota. Y el pintor, que nieve en un cuadro de Sorolla. El pez en la arena, que
llegue una ola. La abeja, colmena que se gobierne sola. Qué será lo que quiero
mamá…”. Marta siempre consigue mostrarnos imágenes muy originales en sus temas.
Mi Antonio
dice que él es huérfano, no sólo de madre, sino de instrumento. Así que cantará a capela. Recuerda que para una
madre los hijos siempre serán pequeños. Y hoy, claro, no trae regalo, pues no
hay sorteo. “…Su amor no cambia y no muda, pues que mamá amor es. Es comprensión
y es anhelo. Es ánimo y es dolor. Es un pedazo de cielo, guardado en el corazón.
Una sonrisa amorosa y también una caricia. El calor en un abrazo, el beso que
reconcilia. La palabra que consuela, la mirada del amor. El alma que se desvela,
para alejar el temor…”.
Ali Montero
dedica su canción a su suegra, en la que, explica, encontró todo lo que alguien
espera encontrar en una madre, a la que llamaba “mamá” y de la que le dolió sobremanera su muerte. Antes de cantar,
explica que en Venezuela al frijol negro se le lama caraota. (Ali pronuncia
“carahota”, con hache aspirada). Y su
suegra, añade, hacía los mejores de mundo. Con su habitual buen hacer y energía
nos regala un emotivo canto. “Mamá. Aquel día de Noviembre por la tarde una
sombra oscura, hambrienta, implacable, intentó apagar tu llama y robarte sin aviso. Nos dejó
sin nada, nada que decir. Mamá. Yo pensé Incluso en cancelar mi viaje y
quedarme a despedirte y a cantarte, pero recordé que hablamos unos pocos días
antes. Me dijiste que tenía que partir…”. Al final Ali no puede evitar las lágrimas. Y
es que este concierto está siendo muy emotivo.
Andrés quiere hacer hincapié en lo cómodo que es
estar en este sitio, al no poder hacerlo en Libertad 8. Y ello es gracias a
Pita, Jero y Nacho que están cuidando de que esto salga estupendamente. Antes
se le olvidó decir que tenemos un cazador de palabras en la sala. Ernesto está
atento a todo para al final brindarnos su “cadáver exquisito”. Y ahora da paso
a la siguiente tanda, en la que habrá una #nuevaparticipante.
Danko trae
una canción dedicada a su madre fallecida. “En los cielos puedes ver ángeles
que se susurran. Con tu amor supiste dar, a pesar de las penurias, tu coraje y tu valor, fortaleza de titanes. Tanta
gente conocí. Nadie igual a mi madre…”.
Tico Rous
dice que se ha tomado la licencia de “la letra pequeña de los contratos”.
Vamos, que ha hecho una trampita. (Yo creo que no hay trampa, pues el único
requisito es que se titule “Mamá”, pero nada más). Al menos el estribillo
contiene la palabra mamá, aunque la temática es un poco diferente. “…Me lo tomo
a mi manera. Un desastre controlador. Son más profundas las grietas con tu
rostro entre mis manos. A pesar de todo nos salimos a bailar. Para mí es
bastante. Me conformo con jugar. Si no somos nadie, corre, llama a tu mamá…”.
Pues sí que parece trampita, je je. Buen ritmo.
Mazu es nueva
en el micro. Es de Ponferrada. Explica que en dos semanas es el cumpleaños de
su madre, así que entre su hermana y ella han compuesto esta canción. “No sé
cómo agradecerte tu paciencia y tu constancia. Y aunque a veces lo impidiese,
sabes que me haces falta. Y es que cada
vez que caigo, que me destrozo o me hacen daño, estás tú siempre a mi lado, tendiéndome
la mano. Y esa magia de tus palabras, de tus miradas. Mamá, eres guía la
tormenta, luz al caminar, norte en el naufragio, curas todo mal...”.
Diana (Me quiere Sonar) entra directamente a recitar su “Mamá”. “Todos lo somos, lo fuimos, o lo seremos. Quizás en esta vida, quizás en otro momento. Somos impulso, cuidado, respeto. De lo que pensamos, de lo que sentimos, de todo lo que llevamos dentro. De esos proyectos a los que damos la mano hasta que echan a volar. Del amor que nos sale del pecho, que entregamos sin saber dónde va. De la risa, de la pena, de la dicha, del dolor, de los mares que miramos, del pétalo de aquella flor…”. Aquí Diana no la menciona para nada, pero habla de ella.
Goiko explica que si salir de Libertad 8 es salir de nuestra zona de confort, él dobla la apuesta. Lleva cuatro meses tocando el piano, pero es que cuando supo que había un piano de cola tuvo claro que quería tocarlo. Perdió a su madre hace un año y ya le ha compuesto dos canciones. Esta seria la tercera, así que ha intentado otra cosa. “Hoy me enfrento a buscar muy adentro. A indagar entre tantos recuerdos, contar mis palabras perdidas recrear el punto de partida. Si tantos años he hecho lo correcto, si crees que seguía el camino recto, que te haga sentir al mirarme orgullo…”. Goiko es un valiente.
Andrés avisa de que esa es la última tanda. Comenta
que desde que hemos salido de Libertad 8, hemos hecho un micro online desde
nuestras casas, hoy estamos haciendo el concierto “Mamá” y pronto haremos el
ejercicio pendiente de “Las calles de Madrid”. Explica en qué consistirá y
avisa que será pasado su concierto del día 12. Y vamos allá con la última.
Andreas Kalk Badan dice que nos hacía falta este baño de “mamá”. Y nos lee su poema, que, me
parece, intenta explicar ese sentimiento atávico que acompaña al “mamá”. “…Son
demasiadas evidencias, compañeros... Mamá, ¡siempre mamá!, en el grito verde de
los nacidos y en la súplica de los viejos corazones al claudicar, y hasta el
mismísimo Universo nombrará a su madre en su último giro, antes de soplar y
apagar las velas —nuestras velas— para siempre”. Otra maravilla que añado a
continuación, entera.
que morir es como cuando se apaga una vela;
que los átomos —sus tripas— se quedan ahí esparcidas
y no se marchan a ninguna parte.
Entiendo que el firmante del mencionado artículo sugiere
que nuestros micro cadáveres
simplemente quedan yacientes y a la espera
de que la máquina natural les depare un nuevo puesto atómico
en algún cuerpo orgánico o inorgánico.
Desde luego el tal Descartes montó un cirio muy gordo
con eso de que la vela no tenía nada que ver con su cera.
Pero ya puestos a conjeturar acerca de cosas tan bellas
como la muerte,
¿no resulta más natural, más plausible, más cercano, postular
que cada uno de los fragmentos que nos componen
contengan, todos ellos, una pequeña velita
cuya llama prenda de la cera que gota a gota fue amamantando
este panal cósmico con alma de cuentacuentos?
La vida, de algún modo, siempre ha estado empezando
desde que se prendió la vela en la placenta
de aquellas diminutas criaturas
que asistieron a esa primera cena que acabó
como el rosario de la aurora.
Hablo de aquella cena familiar que terminó a hostias
dispersándose cada uno de sus miembros
con la indolencia propia
de quien hace como que no le importa enemistarse
y no volver a abrazar a sus hermanos nunca más,
cuando realmente estaban, están y estarán
entrelazados para siempre por la gravedad
de aquella cera primigenia que fue prendida
por el vacío de su existencia.
Velas entrelazadas por esa primera cena,
pero, a su vez, entrelazadas por cada uno de los roces
acontecidos en estos 13.800 millones de años,
con sus innumerables experiencias poliamorosas estelares
y sus lumínicas desintegraciones.
.
A donde quiero llegar, amigos míos,
es que cada humano es como la basílica de Santa Sofía,
con su pórfido de Egipto, su mármol verde de Tesalia,
sus piedras negras del Bósforo y otras tantas amarillas de Siria.
A donde quiero llegar, queridos poetas,
es que cuando se derrumbe nuestra catedral
seguirá vibrando nuestra miríada de velas
—una vela por cada uno de nuestros cascotes—
a la espera de que el imperio natural
levante, a partir de aquel desorden,
la sillería de otros templos, otras formas,
como las de un lirio, una lágrima,
una larva, un zorro,
o una piedra más en el pedregal,
porque todo está vivo, y desea estar vivo.
.
La diferencia entre un bloque de basalto y un humano
es que nuestras velas han entrado en resonancia
y juegan a la comba en las naves de una catedral,
mientras que las velas de las rocas
bastante tienen con sobrevivir a la intemperie.
Pero las velas, sus llamas, lo impregnan todo.
.
Y estas llamas poderosas,
esta arquitectura ardiente y global que no cesa
y que desea vivir y que siente,
quiero pensar que se llama «mamá».
Son demasiadas evidencias
para que no sea así.
.
«Mamá» es el latigazo que sentimos en la médula del alma
cuando nuestro espíritu viaja al inicio de los inicios.
Y es que mamá es nuestra madre, claro que sí,
pero también es la mona africana que hace tres millones de años
se folló al mono junto a la cascada de una selva Ugandesa,
y aquellos meteoritos que eyacularon la vida
sobre el cuerpo de este terruño que (des) habitamos,
y somos hijos también, como no,
de cuando el espacio abrió sus párpados
ante el fecundo silencio
de aquel colosal golpe de luz
al chasquear sus dedos la madre
de todos nosotros.
.
Y es que cuando uno dice «mamá»,
o mejor dicho, recita «mamá»
—porque «mamá» siempre se recita—,
en ese justo momento
en el que recobramos los pucheros del niño,
sucede algo extraordinario:
en ese timbre ancestral,
en esa duda cargada de certezas,
en ese rezo sostenido en nuestros labios,
ella, nuestra madre, nos auxilia
con la verdad incontestable de su llama.
Mamá siempre estará presente,
solo hace falta
.
regalarle un verso.
.
.
No sé… ¿Cómo podrían, si no, explicarse tantas cosas?
Recuerdo despedirme de mi padre en el quicio de su cama.
Le acaricie el rostro y de pronto abrió con espanto sus ojos,
como quien despierta de una pesadilla, con la mirada
de aquel chaval de Caravaggio mordido por una lagartija,
y escrutándome como si no me conociera absolutamente de nada
me preguntó
que dónde estaba su mamá.
.
Como mi amigo Juan
aquella tarde que yacía meado junto al semáforo,
en posición fetal, masticando el estertor de un adiós,
con sus pupilas licuadas en dos cordeles blancos.
Él también reclamaba la presencia de su madre
con el mismo desgarro interrogante del niño
que tiembla agarrado a los largueros de su cuna.
.
Recuerdo que mi pequeña Lena, siendo bebé,
cuando se hacía daño, rogaba a su madre que le soplara en la herida.
Y yo la cogía en brazos y le decía que yo también sabía curar.
Y ella me contestaba: «yo también te quiero mucho, pamá».
.
Son demasiadas evidencias, compañeros...
Mamá, ¡siempre mamá!,
en el grito verde de los nacidos
y en la súplica de los viejos corazones al claudicar,
y hasta el mismísimo universo
nombrará a su madre
en su último giro
.
antes de soplar y apagar las velas
.
—nuestras velas—
.
.
para siempre.
Juan Carlos Aguilera explica que su madre le llevó a sus primeras clases
de guitarra. Y una vez que le dijo a su madre que se aburría, ella le explicó
que tocar un instrumento, sobre todo la guitarra, le abriría muchas puertas. Y
tenía razón, añade. Le dedica esta canción a ella, a Lucía, que falleció
estando él ya en España. “Aunque busco mil razones, no hay quien me diga cómo
superar esta ausencia que desgarra mal. Ni tu corazón va a regresar. De dónde saco fuerzas para cantar, si esto no me deja respirar…”.
Otra hermosa pieza de Juan Carlos.
Salitre
por fin se ha decidido a subir al escenario. Dice que conoce a todos los que
han actuado, menos a los nuevos, claro, como si fuéran famosos. Es algo
especial verles aquí en carne y hueso. Su pareja llevaba tiempo insistiéndole
en subiera a cantar y hoy ha llegado el momento. Para ella tanto “mamá” como
“papá” son especiales pues le han inculcado el amor por la música. “Cuando sea
mayor yo quiero cantar a la vida al amor y al miedo. Cuando sea mayor yo quiero
mamá que un adulto sepa mirar de verdad. Dime cómo es el mundo mamá. Si he de
temer o abrazar. Cómo he de respirar. Cuando sea mayor yo quiero mamá que a
pesar de los errores me quieras de verdad…”. Bello tema.
Miguel Román
coloca el atril porque dice que es muy vago e hizo muy tarde la canción, y que
por eso no se sabe la letra. (En realidad eso es lo normal en estos conciertos,
así que queda disculpado). “Arriba pequeño. Es la hora. Hay que desayunar. Ven
conmigo, hijo mío. Verás una vida de sueños. No dejes volar tu destino. Yo, que
recuerdo a veces despertar con un beso de esos -sí, que sólo mi mamá me sabe
dar-, sé que aunque me echas de menos, tú me guardas, mamá, mil besos de los buenos...”. Enorme fuerza de
este reciente malocho.
Ernesto Arango no precisa del atril. Toca su guitarra sin enchufe ni bandolera de ningún tipo. “Mi mamá me mima. Mi mamá es un hada haciendo magia a mi alrededor. Tráeme el éste que está en el ese y yo voy… No lo veo dónde está. Está encima del éste. Ya lo he visto. Mi mamá es un hada haciendo magia a mi Alrededor…”. Genial como siempre, es un actor con guitarra entre las manos.
Sergio Sanz se dirige a su madre, que está en la sala. Mira, mama, esto es lo que te dije para mi cumpleaños. Se refiere al hermoso piano de cola ante el que se ha sentado. Se le ve disfrutando con él mientras canta con aires de copla. “Miro la escalera, mientras bajas suavemente con tu falda floreada, en una cascada de tu pelo azabache y tus ojos negro piedra de la luz. Alguno dijo luna, pieles de aceitunas, el regalo para la boca de la vida…”. Que hermosa última tanda.
Y llegamos al final, con Ernesto regalándonos las palabras cazadas en este concierto “Mamá”. Gracias, Ernesto. Después Andrés repasa la lista de artistas que han actuado durante estas dos horas y media. Y sin más, porque hoy no habrá sorteo, despide al micro hasta una próxima ocasión.
"Podéis ir en
paz".