Llegué con esa sensación de ir al colegio con los deberes sin hacer… Y los nervios no tardaron en instalarse en toda mi extensión (especialmente en las manos, como suele ser habitual en mí) y, mentalmente, empecé a rezar “Andrés Sudón que estás en Salamanca…”, porque fue él quien, por un día, me traspaso su oficio de maestro de ceremonias de Micro Abierto Libertad 8 (MAL8).
Esa sala en la que tantas veces me he emocionado como público, Libertad 8, fue llenándose de caras nuevas para mí, con la sorpresa que conlleva, y sus nombres, algunos ilegibles debido a mi tembleque, fueron ocupando su espacio en la hoja de ruta de esta edición. El primero de ellos fue Carlos Navarrete. Aunque había venido a recitar unos poemas, finalmente no pudo resistir la tentación de presentar su última canción. Dos fueron los temas que compartió, de los que, nuevos o no, nos quedamos con ganas de saber sus títulos. Fue su primera vez en MAL8, pero todo apunta a que no será la última: aún nos debe unos poemas.
Coger la guitarra, colocar el micro y ponerse a cantar, sin más preámbulos parece ser habitual en MAL8, o al menos lo fue ayer, porque también lo hizo Pedro Pastor, acompañado por Íñigo Coppel. Hace tiempo alguien me obsequió con dos piropos: canalla y payasa. Yo creo que Pastor tiene bastante de canalla pero poco de payaso. En su canción decía “No te lo crees ni tú”; lo que yo me creo es que este artista sabe cómo llevarse al público a su terreno. Nada de retórica: todas las ies de esta canción tenían bien puesto el sombrero. Al terminar su tema, me hizo un gesto que venía a decir: “Ya me encargo yo” y fue él mismo quien dio paso a Íñigo Coppel, que compartió con nosotros las desventuras del “otro” en su Tango del amante traicionado. Era la primera vez que mis oídos se acercaban a la voz de este músico, pero me transmitieron la sensación de que sus zapatos ya han probado muchas tablas… “y las que te rondaré, moreno”. La magia ya empezaba a instalarse cómodamente en la sala. En este punto, tomó el relevo Rodrigo García, quien quiso presentar su canción, pero ésta todavía no se le ha presentado a él y aún no sabe su nombre. En ella se trataba un viaje, que no necesita mapas, a las antípodas de uno mismo con destino libertad. Tal vez, en ese viaje la canción sabrá cómo llamarse.
Mundo tarado fue la canción con la que el rosarino Bruno Bonacorso nos enganchó. Por si alguien tenía dudas, nos recordó que “nadie sale vivo de vivir”. A pesar de la calma aparente, daban ganas de tomar la armonía de la sala por una esquina, lanzar los papeles al aire y ponerse a bailar al ritmo de este grito de vida, que no de guerra.
Ocho años hacía que el escenario de Libertad 8 y Daniel Hare no se probaban… y se gustaron. El reencuentro se formalizó con dos canciones: Llueve y De Madrid al cielo. En ellas, la primera más pícara y la segunda con cierto tinte social, el sutil humor y el compromiso de trovador de Hare se funden en un lenguaje coloquial y cercano en equilibrio justo con la poesía para crear unos versos redondos… Esféricos son los versos de los tres poemas de Suso Sudón con los que la tarde se vistió de poesía. Citándolo, “tengo fotos pegadas en la memoria” de las veces que he podido admirar a este polifacético bello.
Hasta aquí, más o menos lo íbamos entendiendo todo. El lenguaje hermanaba a los presentes en Libertad 8. La nota de confusión vino a ponerla Babush con sus canciones improvisadas, inspiradas por el momento y en idiomas imaginados. La francesa inventó dos letras y recitó un breve poema en francés ante un público entre entre atónito y sonriente.
Una cierta nostalgia y una promesa de vuelo hacia el misterio que encierra el deseo… Esto traía Manu Míguez en sus dedos, que, con suavidad y ternura, posaron en el teclado del piano de Libertad 8 su Canto varado, que refleja esa necesidad de poner en seco un amor pasado para curarse de la resaca de su naufragio.
Paco Sevilla es de esos “personajes” que cuando quieren recitar no suelen pedir permiso. Sin embargo, esta vez sí lo hizo, a su manera, claro. “Sólo uno”, le dije, y esto le sirvió para dar forma a su breve intervención. Por desgracia, con ella, más que demostrar lo gran poeta que es, apenas dejó constancia de sus ganas de hacerse notar… ¡Ay!
Tras superar un pequeño problema con la cremallera (esperemos que de la funda de la guitarra), Carlos Recio tomó posesión con confianza y madurez del escenario para interpretar su canción Tan solo como ayer, con la que rozamos la recta final de la edición 19 de MAL8. En esta hora alguien echó en falta la guitarra de Andrés Sudón. Ese alguien era Fran Fernández, quien el próximo martes 1 presentará su disco Vorágine en la sala Galileo Galilei. Confesó sus nervios por este asunto, pero, cuando cantó Déjame caer, su templanza nos descubrió que “los nervios” eran sólo una frase hecha.
Algo me dice que sus quehaceres ineludibles han sido la causa de que hasta ahora Isabel “Yo” no se hubiera dejado ver por MAL8. Dos canciones, Miss Emociones y Boom, fueron la carta de presentación de esta cantautora, que juega con las letras como una “niña mala-macarrilla” enamorada a las puertas de su castillo sin dragón.
Otro juguetón de los escenarios es Andrés Cortés, quien empezó acariciando las teclas del piano. Después de confesarnos que lo único que él ha tocado alguna vez son las maracas, nos regaló dos relatos, uno sobre el “niño que pensaba”, inventor de la cometa, y otro sobre el actor cómico más grande y feliz de Inglaterra, que dieron al final de la tarde un aire de inocencia.
Irassema, que ya no esperaba participar en esta edición, salió sorprendida al escenario y la gran mujer que la habita interpretó su tema No hay, un homenaje a la, también grande, dama de la canción francesa, Edith Piaf. Su sorpresa fue el aperitivo de la nuestra.
La encargada de cerrar esta edición de MAL8 fue María Rozalén, recién llegada de Lituania. Era la primera vez que la escuchaba y con ganas me quedé del concierto que daba esa noche en Libertad 8… pero sé que me esperan más ocasiones para poder disfrutar de esta gran autora. Con el sensual recorrido anatómico a través del amor que dibujó en su canción, llegamos al final de una tarde llena de talento, imaginación y grandes artistas, no sólo por su buen hacer sino también por el gran respeto que se demostraron unos a otros, en un espectáculo donde el ego se quedó aparcado en la entrada para dejar sólo paso a las ganas de compartir arte y disfrutar de él.
Me despedí, y me despido aquí también, agradecida por haber podido sustituir a Andrés Sudón por un día, porque pude recordar, después de muchos micros abiertos, cuáles son los valores que prevalecen en un formato como este, que lo hacen grande y, especialmente, necesario para el alma.
¡Hasta pronto, compañeros!
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